Fish nace en 1870. En su familia existen numerosos antecedentes de perturbación mental, empezando por su madre que oye voces por la calle y tiene alucinaciones, dos de sus tíos internados en un psiquiátrico, un hermana demente, un hermano alcohólico, etc.
Desde muy niño se siente atraído por el sadomasoquismo, se divierte infligiendo dolor a los demás y sobre todo a él mismo. Sigue con atención los artículos de crímenes en la prensa, y colecciona sobre todo aquellos de los asesinos en serie caníbales, con los que se siente identificado.
A los veinte años mantiene relaciones homosexuales y ejerce la prostitución homosexual en Washington, en dónde viola a un niño y asesina a su primera víctima.
En esa época comienza a sufrir alucinaciones de tipo religioso y vive obsesionado con la idea del pecado, creyendo que la única forma posible de expiación es a través del sacrificio personal y el dolor.
Estas declaraciones acerca de sus víctimas le cuestan a Fish la sentencia de culpable por crímenes con premeditación tras diagnosticarlo psicótico, pero cuerdo.
Es condenado a la silla eléctrica y ejecutado en la prisión de Sing Sing el 16 de enero de 1936.
Cuando se le preguntaba por la cifra exacta, respondía sonriendo: "Por lo menos cien".
Tubo una sorprendente reacción después de ayudar a los guardias a colocarle los electrodos, y se mostró entusiasmado.
Albert Fish se llevaría a la tumba su mayor secreto, el número de personas que habría asesinado. Las opiniones de los psicólogos son contrastadas en ese aspecto, unos hablan de varios centenares de víctimas, mientras que otros estiman que no hubo más de cincuenta. Finalmente se le acusa de haber asesinado un total de 15 niños, la gran mayoría procedentes de las capas más pobres de la población
"Que alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío. El único que todavía no he experimentado..."
Dorangel Vargas: el "comegente" venezolano
El 12 de febrero de 1999, un anónimo miembro de Defensa Civil atendía una corriente llamada de emergencia. Anotaba en su libreta el macabro reporte, donde dos muchachos hallaron huesos humanos en el área del Parque 12 de Febrero, aledaño al puente Libertador, diseñado por el famoso Gustave Eiffel, en las márgenes del río Torbes, entre las localidades de San Cristóbal y Táriba, en el estado Táchira.
La policía acudió de inmediato y aparte de los restos mencionados encontraron los de seis personas más y manos, pies y cabezas, en un horrible recuento que incluyó otros seis cádaveres a la lista. Lo que en un principio se pensó como un sitio de liberación de cadáveres por ajuste de cuentas, o quizá de alguna secta, se vino a confirmar poco a poco por reportes de personas desaparecidas en los meses de noviembre 1998 hasta enero del siguiente año, que esto no era obra sino de un asesino en serie, el primer caso de Venezuela.
En un rastreo por las zonas aledañas, en busca de más cuerpos, encontraron un rancho, habitado por un demente, y en la misma se encontraba una serie de objetos, ropas, libros, cuadernos, prendas y documentos que no pudo precisar su origen. El loco fue trasladado a la comisaría donde al ser interrogado el asombro fue general cuando sin remordimientos empezó a hablar.
Dorangel Vargas Gómez de 42 años, relató: "La carne de los hombres sabe mejor que la de las mujeres", ante la mirada atónita de los policías, que pronto pasó a susto: "Que la panza la cocinaba y se la comía, pero que le producía indigestión los pies, manos y cabezas por eso los botaba por ahí", Al "Comegente" le encantaba comer hombres, "estos son como más sabrosos. Las mujeres son dulces.
Es como comer flores y te dejan el estomago flojo". Él explicó que los hombres delgados sabían mejor que las mujeres y que los sabores más agradables se conseguían en la zona del vientre."No me arrepiento de nada, como dice la iglesia, yo compartí mi pan con el prójimo y muchos me alabaron por el relleno de mis empanadas. Por necesidad me he metido en esta vaina. No me arrepiento, al contrario, me alegro porque me gusta la carne. Lo único que no me da apetito son las cabezas, manos y pies de los seres humanos pero me los comía en sopita cuando me daba hambre".
Su lista llega más o menos a 40 personas.Un show mediático se desató, en boca de todo el mundo estaba el nombre del "Comegente", incluso en los recuentos de personalidades influyentes de los diarios de ese año, salía entre los primeros. Se temía, cada vez que aparecía un resto, que un Copycat intentara probar la carne humana. Su modus operandi, era el siguiente: utilizaba un tubo de aluminio como cerbatana y se daba a la tarea de cazar a sus víctimas previa selección, trotadores, obreros, niños.
Al no tener ninguna forma de refrigeración, mataba dos personas por semana.Ya había sido capturado en una ocasión y pasado una temporada en un sanatorio mental en el año 1995 . Al parecer todo empezó con un ciudadano llamado Cruz Baltazar Moreno. Un día, el hombre no volvió más a su casa y apareció por los predios de Vargas. Sólo quedaron sus pies y sus manos, el resto fue parte del festín. Antonio López Guerrero, gran amigo del difunto, fue uno de los testigos que acusaron al Comegente quien fue llevado al Instituto de Rehabilitación Siquiátrica de Peribeca. Allí pasó dos años, después de los cuales fue devuelto a su puente porque "no representaba ningún peligro para la colectividad". El acusador, sería una de las nuevas víctimas del "Hannibal Lechter de los Andes" como también lo llamaron. Este hombre nacido en 1957 en el seno de una familia dedicada a la agricultura y que llegó sólo a sexto de primaria, cocinaba a sus víctimas con hierbas exóticas, según reconoció él mismo después de su captura.
Una poblada de vecinos se apostó en la comisaría y exigían que se lo llevaran para San Cristóbal, la capital del estado. Al antropófago, fue trasladado con suficiente escolta policial, para buscarle "alojamiento". Los presos de la Cárcel de Santa Ana al enterarse del asunto, protestaron, al igual que los enfermos mentales del Centro de Rehabilitación Mental de Peribeca que no estaban tan dementes. Esquizofrenia paranoide es lo que le diagnosticaron a este venezolano.
En una entrevista reciente para una revista, Vargas le dijo al periodista cómo era comer gente: "¿Usted ha comido... ha comido... peras? Bueno, igual. Claro que como gente. Cualquiera puede hacerlo pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar el contagio de enfermedades... yo sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas. Con la lengua hago un guisado muy rico y los ojos los utilizo para hacer sopa".Y ahí está, en una celda de la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira. Fumando, y quizá imaginándose nuevas y má
Luis Alfredo Garavito, la “bestia”
Mató a 140 niños, muchos de ellos vendían lotería en la calle, lavaban carros o limpiaban botas. Todos pertenecían a familias de escasos recursos o estaban separados de sus padres por la pobreza o la violencia política. Estos niños se han convertido en un espectáculo rutinario en las esquinas de las grandes manzanas de las ciudades, donde piden limosna, venden periódicos y goma de mascar o se ofrecen para lo que sea
En un principio, los crímenes de Garavito pasaron casi inadvertidos para los colombianos, hasta que cometió una cadena de asesinatos en el departamento del Valle y luego en Pereira, que alertaron a todo el país y estremecieron al mundo, hasta et punto de que Amnistía Internacional, el Parlamento Europeo y la ONU enviaron misiones para seguir el caso
El caso se destapó en noviembre de 1998, cuando un joven encontró una fosa con huesos humanos: eran los restos de13 niños cuyas edades oscilaban 8 y 14 años, que habían sido asesinados. Una semana después se hallaron otros 12 cuerpos y 9 cráneos, algunos conservaban en el cuello la soga con que habían sido atados. Tras varios años, el saldo final fue de 9 fosas con 42 esqueletos. Más tarde se encontraron otros 55 menores muertos.
Después de múltiples investigaciones el caso dio un vuelco cuando se hallaron en un hotel no sólo una serie de fotografías de muchas de las víctimas de Luis Alfredo Garavito, también llamado “la bestia”, tomadas en momentos previos a cada crimen, sino además, una agenda donde guardaba una cuidada relación de lugares y fechas de sus crímenes. Cada niño muerto se convertía en una rayita más en su cuaderno, hasta 140.
En Colombia lo describen como un astuto asesino, un criminal escurridizo y un sádico solitario. Pero también está claro que, cualquiera que sea su personalidad, la creciente desintegración de la sociedad colombiana proporcionó el entorno perfecto para que este maniaco sexual pudiera operar sin ser capturado durante siete años.
Niños pobres, sus víctimas
Luis Alfredo Garavito nació en Génova, Quindío, el 25 de enero de 1957. Es el mayor de siete hermanos y durante su infancia vivió la falta de afecto y el maltrato físico por parte de su padre. Según su testimonio, fue víctima de abuso sexual. A los 44 años de edad, fue declarado por los investigadores y jueces como un “asesino en serie”. Hace años, cuando fue capturado, confesó ser el autor de la muerte de 140 niños en distintas regiones del país, pero a la fecha la Fiscalía lo investiga por el homicidio de 172 niños en su paso por 59 municipios colombianos.
En repetidas ocasiones, Garavito Cubillos se hacía pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, discapacitado y representante de fundaciones ficticias en favor de niños y ancianos. Y era conocido también como “Alfredo Salazar”, “El Loco”, “Tribilín”, “Conflicto” y “El Cura”.
Las víctimas de Garavito eran niños entre los 6 y los 16 años, de bajo estrato económico. Los abordaba en los parques infantiles, canchas deportivas, terminales de autobuses, plazas de mercado y barrios pobres. Según lo establecido, les ofrecía dinero y los invitaba a caminar hasta cuando los menores se cansaban y eran atacados en sitios despoblados. De acuerdo con la investigación, en esos lugares los cuerpos sin vida de los menores fueron encontrados degollados, mutilados y con señales de haber sido amarrados. En las residencias de su compañera y de una amiga en Pereira se encontraron objetos similares a los hallados en los sitios de los crímenes y publicaciones periodísticas en las cuales se reseñaba el estado de las investigaciones por desapariciones y homicidios de niños en el país.
El 24 de junio de 1998, los cuerpos de tres niños de 9, 12 y 13 años fueron hallados sin vida en la finca La Merced, en Génova (Quindío), con evidentes signos de tortura y desmembración de algunas de sus extremidades. Los menores fueron vistos por última vez cinco días antes en el parque central del municipio en compañía de un adulto, quien al parecer les ofreció 2 mil pesos a cada uno para que le ayudaran a buscar una res en fincas cercanas a Génova.
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